Textos Literarios

Hace ya un año.

Ha pasado ya mucho tiempo,

demasiado para lo que vivimos,

y aún seguimos yendo despacio

a la espera de recobrar lo perdido. 

Se cortaron los abrazos,

los saludos más efusivos,

 los encuentros familiares

y las reuniones de amigos.

Muchos de nuestros mayores

se fueron sin quererlo,

sin quererlo ellos, sin avisarlos,

que no se merecían eso.

Llevamos dentro esa incertidumbre

de no saber a dónde vamos;

ojalá que el tiempo que venga

nos llene de memoria las manos.


El sueño

     “No es la noche frontera entre dos días,                                             

frontera entre dos días es el sueño,                                                       

y nunca el día frontera entre dos sueños,                                             

porque el destino del sueño es ser frontera”

(A. Brú)

           …”¿Te has vuelto a dormir?…. ¡La hora qué es…!”

Roto el silencio, una máscara gris le ciñó el corazón. En los tímpanos resonaban sus gritos estridentes. Cerró fuertemente los ojos y volvió a escuchar aquella voz:

            … ”¿Te has vuelto a dormir?…. ¡Es tarde!…

Se levantó como un resorte. Los ojos incrédulos miraban las sombras que, como ramas, se esparcían sobre la pared. El sol temblaba sobre los travesaños de la ventana.

Al abrir el grifo, el agua fría agua se desbordó salpicándolo todo. Las gotas herían como cristal.

                                           “… ¡Me ca… en la…!”

Se escucharon del campanario un repique y unas horas. El viento, casi en calma, trajo hasta la habitación un agradable aroma floral, mientras que las sombras seguían formando nuevos dibujos en la pared.

Sobre la espesa barba, la cuchilla trazó cenefas ocres.  Con las prisas, en un rincón de la cara, unas gotas de sangre se asomaron ansiosas para dar color a la tersa mejilla. No le dio demasiada importancia, no tenía mucho tiempo.

En el dintel de la puerta apareció la figura de la madre, majestuosa como siempre.

                          “… ¡Se te hace tarde!…. ¡ya verás!…”

                          “Ya lo sé, madre, ya lo sé”…

Se vistió apresuradamente, pisando atolondrado sus planchados pantalones. Ya en el pasillo, anduvo hasta llegar a la puerta de la casa, murmullando en voz apagada.

Al salir, una leve brisa le levantó varios mechones del pelo. Se veían las nubes pasar hacia el horizonte y allá, al fondo, se enmarcaba el solitario castillo.

La calle, sin embargo, estaba llena de gente. Venían, pasaban. Sorprendido, se paró en la acera, silencioso. Oscurecía ¿oscurecía?… ¿qué hora es?

Miró el reloj enroscado en su muñeca: ocho y media PM… ¿PM?… (?)… ¡¡¡Ocho y media PM!!!… ¡¡Qué tarde!!… No podía ser…

Erguido, lentamente, deshizo lo andado, y,  volviendo sobre sus pasos, entró en la casa de nuevo. Caía el sol, y una tiniebla anaranjada daba paso a la noche recién comenzada. Calma, malhumor.

                                     “… ¿Qué hora es?…!”

Había confundido la mañana con la tarde, el día con la noche. Un sueño profundo lo alejó del día que ya languidecía, uno menos con los que disfrutar.

Se hizo sitio entre las sábanas arrugadas y se acostó vestido. Nuevamente tuvo que escuchar aquella voz:

                                     “… ¿Te has vuelto a dormir?”…

Levantó la vista y miró a su madre en la foto que tenía enmarcada en la mesita de noche. Estaba seria, pero muy guapa. La recordaba perfectamente, pese a que había fallecido unos años atrás.

                     …”Ya lo sé, madre, ya lo sé…me he vuelto a dormir”…

Resignado, se colocó de costado en la cama a esperar otro nuevo día, y se puso a llorar…

                La habitación comenzó a llenarse de silencios…


Pasó el tiempo

No esperaba que llegases,

habían pasado muchos años.

Llegaste de pronto,pero pasó el tiempo. 

Una avalancha de dudas

arrastró los sentimientos,

que quedaron desiertos

cuando nos miramos. 

Pasó ese momento

y recordé tus ojos en mi memoria,

el deseo que no alcanzaba,

aquello que sabíamos pendiente de aflorar.

Y después el miedo… 

Pasó el tiempo,

viendo los dos como pasaba.

Al encontrarnos de nuevos

sentimos que nos habíamos separado:

había pasado mucho tiempo. 


Rosa

      Te miro hoy, y quisiera no recordarte. Espero que tú tampoco.
      Me fijo hoy en tus ojos y encuentro dentro de ellos una profunda melancolía que antes no tenían. ¿Te acuerdas?
       ¿Recuerdas cómo nos conocimos, en aquel centro comercial? Hace tanto tiempo. Yo sí lo recuerdo perfectamente. Tú entrabas a la vez que yo salía y, prendado de tus ojos, te cedí el paso. Te seguí con la mirada mientras cimbreabas ese cuerpo delgado y firme de antaño. Me fijé enseguida en tu figura, en tu pelo, negro marfil, que reposaba suavemente sobre tus hombros. Hombros estrechos como tu cintura, estrechos como los tobillos que sostenían tan perfecta anatomía. ¡Dios, qué trasero!, exclamé “románticamente” arrobado. Así somos los hombres.
      Por cierto, siempre me echaste en cara mi “romanticismo”, y ese “romanticismo” o, mejor dicho, la falta de él fue lo que nos llevó a donde ahora nos encontramos. Pero no es el momento de retomar deshechas causas ni levantar viejas inculpaciones, que si hoy recuperamos pueden reabrir los sentimientos como un fino cuchillo.
      Empezamos juntos, ilusionados, aquella dulce andadura hacia metas posibles y maravillosas que planificamos con detalle y con aspiraciones. Íbamos unidos, caminando hacia el final de nuestras vidas con un solo aliento. Pero a medio camino comenzaron a crecernos arbustos y malas hierbas, y se nos fue haciendo dificultoso transitar por tan maravillosa senda.
     Cada uno empezó a tirar de la cuerda hacia un lado,  ya no lo hacíamos juntos. Al final, de tanto tensarla, se nos rompió. No quiero valorar quien de los dos se quedó con el trozo más largo de la cuerda. Lo que sé es que el  mío no me sirvió para nada. Solamente me dejó  un dolor húmedo bajo el pecho.
      Entonces empecé a buscar otros lazos, nuevas cuerdas; y unas por viejas, y otras por cortas, no he vuelto a encontrar una como la nuestra. Y en vez de dedicarme a la bebida o al desasosiego me puse a escribir poemas sobre ti, sobre lo felices que fuimos, sobre recuerdos claroscuros, de todo eso. Pero al final, seguía solo, no tenía presente ni futuro. Me cansé y lo dejé, porque me vino a la memoria aquella frase que, cuando se ponía serio, nos decía Julio, el vecino del tercero: “Mira, sólo se escribe de lo que no se tiene, de lo que se ha perdido. Porque el presente se vive, no se escribe”.
     Tenía razón Julio, en la vida hay que elegir entre vivirla o contarla. A partir de entonces preferí vivirla a escribirla, a admitir mi futuro, a creer que debe existir un futuro de verdad, porque empezaba a sentir la angustia de acercarme a una vejez que hasta entonces me había resistido a aceptar.
     Por eso, no quiero que me recuerdes para no recordarte yo, para no tener que volver a coger el bolígrafo y manchar un sufrido papel con añoranzas pasadas. Ya sé que vivir solo no es fácil, porque, aunque tienes mucha libertad, a veces la libertad se te viene encima, te ahoga. A pesar de todo, quiero intentarlo de nuevo,  como antes lo intentamos nosotros.
     En fin, no quiero cansarte más, te dejo para siempre. Quiero que en el cercano invierno, cuando vuelva el  frío gris, la soledad no comience a pesarme. Me molestan las despedidas, tú lo sabes, y ésta es de las más difíciles por lo vacía e impersonal que resulta.
    Voy a romper el último vestigio tuyo, mi postrera atadura a tu memoria, y voy a destrozar en incontables pedazos esta fotografía nuestra de aquel viaje de aniversario. ¿En Mallorca?… No sé por qué la conservo aún. ¡Qué guapos estábamos los dos y qué felices! ¿Te acuerdas, Rosa, allá donde camines y con quien estés?…
      Cierro lo ojos y quisiera que, al despertar, el barrizal del tiempo engullese todos nuestros recuerdos.
      ¡Hace tanto tiempo!…


Memoria

                                              “La vida es una metáfora

                          de la voracidad del tiempo y el olvido…”

    Las ilusiones cabalgan como bandadas 

buscando en la memoria de la noche

ilusiones que volverán a extinguirse,

y sólo queda la evidencia real de la vida,

la imprecisión de los recuerdos.

Es la hora del crepúsculo.

    La esperanza es un primer paso

hacia los recuerdos olvidados

que el moho de los años ha destruido.

 –Ven –me dices—que quiero desnudarte…

Quiero envolverte y protegerte

del profundo pozo de la noche!.

Un corazón solo es como una tormenta…

   Rota la corteza del silencio

empieza la lucha por la existencia,

ando tras el secreto de tu destino,

murmullo amargo de tu llanto,

aliento que nace entrecortado…

La lluvia ha enmudecido lentamente

                       ¡Y a se fue la luz del día!…


Silencios

 Te busco entre tus ojos,

que forman jirones de estrellas

en un cielo reluciente sin luz. 

Te busco entre mi boca,

que alienta el fuego amarillo

de tus labios de silencio. 

Te busco entre mis manos,

como soledades que rompen en jirones

las ataduras del cansancio. 

Te busco entre perfumes,

pacientes bancos de tinieblas,

larga lengua de negras sustancias. 

Voy a librar la última batalla,

entre mi soledad y tu recuerdo.

Voy a buscar la primavera paso a paso,

romper el hielo de la indiferencia;

despojarte de silencios de tomillo

y enredarme a remolinos a tu cuerpo,

para amarnos hasta el vértice,

amarte para siempre.